domingo, 28 de octubre de 2007

La esperanza de seguir viviendo

A través de cada una de las arrugas de sus ásperas manos se dibujaban las mil y una historias por las que su vida había atravesado.

Dorian no era una mujer cualquiera. Desde que tuvo uso de razón tuvo que enfrentarse a la sensación de que no era quien quería, a una constante lucha entre su yo interior y lo que mostraba al mundo.

Con el paso del tiempo la impenetrable barrera con la que había protegido su corazón se fue debilitando, los años no perdonan. Y su verdadera personalidad se fue escapando poco a poco de la tenebrosa prisión que la oprimía.

Ahora, al fin, Dorian transmite en la profundidad de su mirada la suavidad de su corazón, la calidez de su esencia.

Es justo en este momento, cuando la vuelvo a mirar, comprendo el terrible sufrimiento por el que pasó.

De repente, sobre su imagen, miles de pequeñas partículas de tierra emborronan su plácida sonrisa.

El tiempo, cruel con aquellos que buscan en vano la felicidad, no le había perdonado a Dorian la osadía de conseguir ser quien quería.

Hasta siempre, Dorian.

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